Pasados los primeros momentos de estupor, ahora debemos manejar una situación desconocida, de máxima incertidumbre. Y en estas circunstancias necesitamos certezas, aunque sean falsas. Es el mejor caldo de cultivo para los rumores. Es importante no propagarlos porque contribuyen a un clima social negativo y no relacionado con la lo que ocurre realmente.
Una situación de máxima incertidumbre provoca ansiedad en las personas. Y cuando estamos en una situación de extrema tensión necesitamos asideros, información que nos lleve a la certeza. Como la exigencia de información es mayor que la que la realidad -por muy cambiante que sea- ofrece, llegan los rumores.
Un rumor es una información falsa, parcial o poco verificada.
En situaciones de confusión social llegan desde diferentes vertientes:
-En primer lugar quién tuvo la culpa.
-El segundo sería “se va a repetir”
-Y un tercero sería la transformación de una información inicial fiable en otra completamente falsa.
Se han producido manipulaciones de comunicados oficiales para crear otros falsos, como el aprobado general en selectividad o la queja de la Junta sobre una presunta incautación de mascarillas que la propia empresa de Jaén desmintió.
El combustible de los rumores es el clima de tensión y la ansiedad (evidentemente muy alto en estos momentos), la cantidad de personas que se hacen eco (casi todo el mundo habla de ello), la confusión o ambigüedad de la situación (no tenemos seguridad de la situación real) y la credibilidad de la fuente (cuando algunos diarios lo publicaron se convirtió en creíble).
Hacerse eco de los rumores favorece un clima social de temor e ira, que son emociones negativas y agudizan una situación ya en sí misma muy grave.
Cada uno de nosotros debe tener claro cuando lanza un mensaje. Pero los medios de comunicación aún más.
La realidad es que la velocidad a la que se difunden las informaciones negativas es muy superior al de la transmisión de noticias positivas. De ahí que una de las actuaciones fundamentales para evitar la extensión del pánico en estas situaciones es insistir en las informaciones positivas. Tardan más en llegar luego hay que repetirlas más.
La comunicación es clave para atajar este fenómeno del rumor en caso de incertidumbre o de posibilidad de pánico en la población. Hay que ofrecer información adecuada tan pronto como sea posible. De ahí que las administraciones ofrezcan información diaria.
Es necesario cortar esa inercia social de transformación de una información previa real en un bulo. Primero los ciudadanos y sobre todo los periodistas debemos cortar esa cadena de información no contrastada. Hay que atender a la credibilidad de la fuente. Dado que la tecnología permite manipular incluso una intervención en vídeo, la forma de corroborar lo que es cierto es su procedencia: ¿Está en la página oficial de la entidad pública o empresa? No. Pues llama y comprueba y si no eres profesional obvia esa información.
Después, desde las cuentas de las instancias oficiales en la redes sociales y con mensajes a los influenciadores para que difundan numerosas veces la información real (y tranquilizadora).
Pero no todo es responsabilidad de las administraciones y los medios de comunicación. Cada persona tiene su propia responsabilidad. De la misma forma que #yomequedoencasa impide la propagación del coronavirus, el #stopfakenews impide propagar el virus de la desinformación. Difunde sólo mensajes de fuentes oficiales y comprueba su procedencia antes de hacerlo. Si no puedes, para la cadena de contagio del rumor. Si sabes que es una información falsa, rebate el mensaje con la fuente oficial. Recuerda el teorema de Thomas: “lo que las personas perciben como real es real en sus consecuencias”. No ayudes a crear un clima social y unas emociones negativas.